La obra poética de Gabriela Mistral tiene su origen en el modernismo, sobre todo de Amado Nervo y Fredéric Mistral (de quien tomó su seudónimo). Ciertas fases de Rubén Darío también tuvieron influencia sobre ella, como lo demuestra su principal característica: ausencia de retórica y gusto por el lenguaje coloquial. No obstante la crudeza de sus imágenes y el gusto por los símbolos, se negó a aceptar la “poesía pura”, lo que la llevó a rechazar un prólogo de Paul Valéry a una antología de sus versos traducida al francés. Sus temas preferidos fueron: la maternidad, el amor, la identificación con la naturaleza americana, la muerte como destino y, fundamentalmente, un raro panteísmo que, a pesar de todo, subyace en la utilización de referencias concretas al cristianismo.
La obra de Gabriela Mistral refleja su temperamento sincero, rebelde y sensible. Creyó en la educación, en la protección de la infancia y en la justicia social para los humildes. Pensaba que la tarea principal de los intelectuales era contribuir a la construcción de una sociedad mejor y más justa.
El Nobel obtenido por Gabriela Mistral significó el reconocimiento no sólo de su producción poética, sino de la labor literaria y social de una mujer que había dedicado su vida a la difusión de la cultura y a la lucha por la justicia social y los derechos humanos.
Gabriela falleció en Nueva York en 1957. En su testamento legó la Medalla de Oro y el Pergamino de la Academia Nobel al pueblo de Chile, y el dinero que pudiera producir la venta de sus obras en América del Sur a los niños pobres de Montegrande.
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