Roberto Arlt
El señor Arlt es un relámpago de vida en un país regido por el almidón de la formalidad. Un argentino en estado salvaje. Y lo que tiene aterrorizado a los hombres de bien es que aun vagabundea libremente por nuestra ciudad, vigilándonos de cerca. Roberto Arlt era como un primitivo en el medio de la ciudad. Por eso hay que sacudirle el polvo y largarlo otra vez al mundo, a ver qué pasa: quizás lo linchen, lo aplaudan o lo ignoren. A las dos primeras posibilidades él las hubiera aceptado, pero hubiera desechado a la última, porque como él decía: "Yo tengo que ser cruel para que Dios se conmueva, atraer su mirada. Si no me ama que me odie, pero que no le sea indiferente".
Alejandro Seta
Expreso Imaginario
marzo 1980
Nació el 2 de abril de 1900 en el barrio de Flores, y sus padres, un austriaco (que sacudió con furia sus inocentes nalgas) y una triestina llamada Carolina Lobstraibitzer, le pusieron el principesco nombre de Roberto Godofredo Cristophersen Arlt. Su madre diría después: "Nadie sabe lo que Roberto ha sufrido. Su padre estuvo tres años sin hablarle". Sin embargo, Roberto nutría su afán de aventuras con cuanto libro cayera en sus manos: a los ocho ya habla escrito su primer cuento y Joaquín Costa, un vecino de Flores, le dijo: "Si me lo traes te lo pago". En una parte de ese cuento el protagonista le decía al ladrón que estaba escondido debajo del ropero y no podía moverse: "Infame, levanta los brazos o te fusilo". Don Joaquín le arrebató el escrito y le pagó cinco pesos. Este es el primer indicio en su pasión por la creatividad, cuando recién comenzaba a saborear las palabras, buscando sonidos brillantes que filtró a través del acento extranjero que le duró toda la vida, producto de los idiomas de sus padres.
Por esa mezcla de alegría y de dolor que sentía muy dentro suyo apedreó, a los nueve años, la vidriera de un almacén de asturianos: Alfonso XIII se había negado a firmar el indulto al fusilamiento de Ferrer, el creador de la Escuela Moderna. En este acto estaba la semilla de su espíritu desenfadado y vital. Con la escuela se llevaba mal: "Me echaron por inútil" se regocijaría después. Pero leía ávidamente a rusos como Gogol, Gorki, Tosltoy, Dostoiewski. Imaginemos su infancia como se la imagina Raúl Larra en "Roberto Arlt El Torturado": "Un pibe reo, escalando los paredones de las espaciosas quintas del barrio, haciéndose la rata para ver a Lidia Borelli, en el "Palacio de la Alegría" o la menagerie del circo que funciona en el terreno de las caballerías de Basualdo. Conviene creerlo cabecilla de todos los vagos del barrio, vengador de Ferrer, jefe de la Mano Negra, enamorador de la pecosa y bizca del barrio..." Luego trabaja como hojalatero, pintor, mecánico, vulcanizador. A los 16 se escapó de la casa influenciado por los malditos Baudelaire "Mi socrático demonio" y Rimbau "místico en estado salvaje" como él los llamaba. Así terminó su adolescencia, aunque siempre siguió siendo un adolescente, un enérgico vital.
ARRECIAN LAS VAMP
Para comprender su relación con las mujeres es importante ver como se valoraba a la mujer en esa época. Era el tiempo de la vampiresas hollywoodenses. Si uno se pone a hojear diarios de la época, se da cuenta que a partir del 25 el teatro nacional tuvo Que ceder para dejarle paso al cine de las mujeres fatales. Estas mujeres son las que crearon, de alguna manera, una imagen negativa de la mujer en general, que no desempeñaba tareas "importantes" como el hombre, y generalmente buscaba el casamiento como el hallazgo de un equilibrio económico. Arlt se casó a los veinte años con Carmen Antinucci, una cordobesa a quien conoció cuando viajó a esa ciudad para poner una fábrica de ladrillos, en lo cual fracasó. En Córdoba comenzó a escribir lo que seria "El Juguete Rabioso". El día que se casó se lavó la cara en una fuente de plaza. Tenía los puños cosidos al saco y tenia puesta una pechera postiza para ocultar su enorme pobreza. Al año siguiente nació Mirta en Cosquín. El matrimonio fracasaba y comenzaba a repudiar "ese pozo" como llamaba a las sierras. "Me gustan las mujeres que se ganan la vida -dice en una de sus aguafuertes- son las únicas mujeres que provocan en mi un respeto extraordinario". En el 25 volvió a Buenos Aires y terminó su Juguete Rabioso que se llamó, en un principio, "La Vida Puerca". Ricardo Guiraldes fue quien influyó en ese cambio. Era cuando fue su secretario. Parecía mentira: con el traje que había comprado la semana pasada hecho hilachas, los zapatos rotos, un pedazo de mortadela, pan en el bolsillo y mucho amor por los hombres, fue el secretario, durante menos de un año, del escritor más aristócrata de la época, a quien le decía, dándose un lujo: "A ver maestro, cuándo se pone a escribir en serio".
LA BUHARDILLA DE SADI CARNOT
Este era el nombre de la calle donde se reunían los del grupo de Boedo, ahí vivía Elías Castelnuovo. El fue quien le rechazó los manuscritos de El Juguete Rabioso por considerarla mala: "Usted dice que mi novela es mala. Gleizer también. Gluzberg también. Pero mi mujer y yo decimos que es buena; muy buena". El portazo que pegó hizo temblar las paredes, al poco tiempo volvió para contarle el proyecto de formar una logia para la gente que está sola en Buenos Aires. Poco después se olvidó de eso. Pero aquí estaba quizás el germen de aquella Sociedad Secreta de Los Siete Locos. Castelnuovo afirma que le interesaba más un hombre que un libro. "No escribo gramática, sino ideas" decía quizás para justificar sus terribles faltas de ortografía. Pero era cierto. Una vez
siguió a un linyera que le llamó la atención. Y cuando iba a hablarle se metió en una casa: "Parecía un escapado de una novela espeluznante. La gente se le hacia a un lado. ¡Qué lástima! Justo cuando le iba a hablar, el cigarrero de la cuadra, que parece ser el cónsul del barrio, me contó algo". Otra vez llamó por teléfono a Córdoba Iturburu, crítico de arte, a la madrugada, para contarle que "Estoy en un café con unos ladrones. Dicen cosas maravillosas". De su afición por lo humano sacaba las características de sus personajes, esos monstruos melancólicos.
EL DIARIO CRITICA
En el 26 logró por fin publicar "El Juguete Rabioso". Silvio Artier es el primer eslabón en esa cadena de seres encendidos. "¿Y usted cree en Dios?- le preguntan a Silvio en la novela-. -Yo creo que Dios es la alegría de vivir". Ese era Arlt.
En el 27 entró a trabajar como cronista policial en el diario Crítica, diario sensacionalista pero inteligentemente diagramado. A su director, el orsonwellesco Natalio Botana, Arlt le dedicó una novela inconclusa de la que no se conoce más que el título: "El bandido en el bosque de ladrillos", era realmente un personaje de novela. En esta tarea Arlt aprendió a conocer los íntimos resortes del accionar humano, ese que lo obligaba a decir: "¡Qué extraño animal que somos!".
LOS SIETE LOCOS
La publicó en el 29. Es como las esquirlas de una granada. Cada personaje es un desprendimiento de su propio ser incandescente. Erdosain, El Capitán, Elsa, El Rufián Melancólico (Hafner), El Hombre que vio a la Partera, El Astrólogo, Barsut y La Coja se asocian en imágenes que Jerónimo Bosch o Peter Brueghel podrían haber imaginado. Descubrir los mecanismos de su estructuración, la fuerza lexical, de sonidos, imágenes, es una aventura maravillosa. Por esto y por mil cosas más, siempre es agua fresca para quien empieza a leer. "SI yo descubriera por qué la vida no puede ser así, me pincharía y como un globo me desinflaría de todo este viento de mentira y quedaría de mi apariencia actual un hombre flamante" piensa Erdosain. En Los Lanzallamas, continuación de la anterior, se agrega un prólogo explosivo, citado en cuanta nota o ensayo se ha escrito sobre Arlt. Finalmente, ha quedado como una obra aparte. Todo salido de una cabeza, la de él. Un ser como Arlt a él mismo no se le hubiera escapado.
LAS AGUAFUERTES PORTEÑAS
Su amigo, el escritor Alberto Gerchunoff, lo invitó a integrar el equipo del diario El Mundo. Así comenzó lo que lo conduciría a la popularidad desde la página 6 tamaño tabloid, la página preferida de su director, Muzio Saenz Peña, que siempre decía: "Usted tiene un cañoncito. Dispara sobre medio millón de lectores. Sepa dispararlo, ni tan fuerte que llegue a destruirlo ni tan despacio que pase inadvertido. Se trata de dar en el blanco y de conservar el cañoncito". Y haciendo caso a la recomendación Arlt acertó: la gente compraba el diario casi exclusivamente por las aguafuertes porteñas. Eran pequeñas impresiones sobre las cosas, los hombres, las calles. A pinceladas, a la manera de Van Gogh o Goya que nunca desecharon los temas aparentemente triviales: sobre el que busca pensión, cómo engañar al electorado, los días de neblina, las mujeres que trabajan, los vecinos que se sientan a la "fresca". E hizo creaciones sorprendentes que abren una puerta a la imaginación.
EL MUNDO ERA UNA FIESTA
Este es el titulo del libro de Calki, critico de cine, que dice: "Para un muchacho que viene de un pueblo verse rodeado de todos esos dioses era una fiesta. Arlt, Nalé Roxlo, Rega Molina, Gonzáles Tuñón, Amado Villar, Lago Fontán, Octavio Rivas Rooney. De Arlt conocí su formidable ansia de vivir y de aprender. "Pibe -me decía- ¿vos sabes las cosas que tiene que saber un escritor?. Mira los progresos de la ciencia: no te podes quedar atrás." Y cómo aprendía. Sin saber nada de música, en seis meses aprendió a componer. Golpeaba la máquina de escribir como si fuera un puching ball. No tenia amigos en la redacción; no tenia tiempo. Estaba muy afanado en su obra. No podía llegar uno a ser su amigo, porque no se puede ser amigo de una catarata".
EL TEATRO DEL PUEBLO
Estaba tomando la sopa, en la pensión cuando escuchó por Radio Stentor que la dirección de El Teatro del Pueblo había decidido representar el capitulo El Humillado, de Los Siete Locos, en la sala de Corrientes 465. Se le cayó la cuchara de la boca. Salió corriendo para el teatro: era el comienzo de su carrera como dramaturgo. De allí en más se sucederían 8 obras. El teatro era un galpón forrado con arpillera, pintado a la cal. Los del Teatro del Pueblo fueron los primeros en llevar Shakespeare a Valentín Alsina, por ejemplo. Cuando lo inauguraron cerraban en Buenos Aires siete salas teatrales, en una hazaña que el diario La Razón, tituló: El Gran Cerrojazo.
Allí Arlt vio representadas casi todas sus obras de teatro. A "El Fabricante de Fantasmas" la hizo la compañía C. Perelli-Milagros de la Vega. Un fracaso. En una escena en que el protagonista empuja por la ventana a su mujer, matándola, pasó por detrás de la ventana, supuestamente alta, ¡un vigilante!. Y el drama se convertía en una comedia reidera. Nunca más volvió al teatro comercial.
De su creación se destacan "La Isla Desierta", "Trescientos Millones", "Saverio el Cruel", "El Desierto entre a la ciudad" en la que a través de un personaje se pregunta: "¿a qué evangelista lo metieron de joven en una garita de contar dinero que no era de él ni para él, a qué santo lo enterraron en un subsuelo, lejos de todas las manifestaciones de la naturaleza y lo obligaron a enceguecer sobre columnas de cifras, ocho horas por día, durante todos los días de su existencia? ¿A qué beato lo obligaron a viajar colgado como un gorila del pasamanos de un ómnibus durante cuatro veces al día todos los años de su vida?". Con el teatro habla descubierto el gran juego de la escena y el drama.
ESPAÑA Y ÁFRICA
1935. El Mundo lo envía a España para lograr imágenes renovadas para sus aguafuertes. Madrid, Barcelona. Color, Alegría, dolor, búsqueda, hasta llegar a Marruecos. Se queda extasiado como un niño descubriendo un cuerpo desnudo: los zocos (mercados donde se vende de todo: desde fósforos hasta una noche con su actriz preferida), los vendedores ambulantes, los xej-el-clam: cuentistas públicos que se paran en una esquina y recrean las historias que vienen escuchando desde siglos atrás. Allí está la literatura en carne y hueso. Arlt, asombrado, se reencontró con su vena de contador popular, y vivificando aquellos cuentos de El Jorobadito, escribió esa maravilla llamada El Criador de Gorilas, selección de cuentos a la manera de Las Mil y una Noches. Hasta escribió de ciudades que no conoció: le bastaban los sonidos de esas ciudades, los nombres, y una palabra: Africa.
FINAL: MUERE EL INVENTOR
Las medias gomificadas, invento que había planeado con el fin de poder vivir exclusivamente para la literatura, consistían en la vulcanización del tejido para evitar el punto corrido de la malla en las medias de mujer. Su socio: Pascual Naccaratti, actor de El Teatro del Pueblo e intérprete de la mayoría de sus obras. Esta aventura muestra otra de sus aficciones: la química. También había estudiado astrología, física, música (es sorprendente ver que, contrariamente a lo que se supone, odiaba al tango por considerarlo "canción carcelaria". Admiraba a Ravel). Pero en el intento de lograr un desahogo económico lo sorprendió aquel dolorcito en el corazón. Se reía. Cuando visitaba al médico, subía los seis pisos del consultorio por la escalera y le decía: "¿Ve, doctor, que su medicina no me hace nada?". Se había casado hacía dos años, en el 40. con Elizabeth Shine, después de la muerte de Carmen, luego de un romance estrepitoso, desenfadado, como siempre había sido él. Murió el 26 de julio de 1942.
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